El concepto desarrollo sustentable es el resultado de una acción concertada de las naciones para impulsar un modelo de desarrollo económico mundial compatible con la conservación del medio ambiente y con la equidad social.

Sus antecedentes se remontan a los años 50 del siglo XX, cuando germinan preocupaciones en torno a los daños al medio ambiente causados por la segunda guerra mundial. Sin embargo, es hasta 1987 cuando la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (CMMAD) de las Naciones Unidas, presidida por la Dra. Gro Harlem Brundtland, presenta el informe "Nuestro Futuro Común", conocido también como "Informe Brundtland", en el que se difunde y acuña la definición más conocida sobre el desarrollo sustentable:

"Desarrollo sustentable es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades". (CMMAD, 1987:24)

El desarrollo sustentable se ha constituido un "manifiesto político", es decir, se ha elevado como una poderosa proclama que se dirige a ciudadanos, organizaciones civiles, empresas y gobiernos para impulsar acciones, principios éticos y nuevas instituciones orientadas a un objetivo común: la sustentabilidad. un texto aquí...


Gran potencial para solucionar problemas ambientales


Una de las características de la tercera fase de globalización (desde 1974 en adelante) es la interdependencia ambiental entre países. La globalización está produciendo múltiples efectos en la sostenibilidad ambiental. La evidencia científica indica que la escala creciente y acumulativa de las actividades humanas ha ocasionado impactos ambientales como el calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono, la merma de la biodiversidad y el avance de la desertificación y la sequía (llamados 'males públicos globales'). Estos no se reflejan en los mercados pero afectan intereses comunes que escapan a las perspectivas nacionales.


En su documento Globalización y desarrollo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) muestra que, en la región, los principales canales de transmisión entre el fenómeno de la globalización y la dimensión ambiental son los cambios registrados en los flujos de comercio, inversión y tecnología. Debido a que el continente ha sido por muchos años dependiente de patrones de explotación de recursos naturales, de las exportaciones y de la llegada de inversión extranjera directa, ha ido acumulando presiones que amenazan sus procesos productivos y aumentan su vulnerabilidad ambiental.


En los últimos veinte años se ha dado una enorme proliferación de tratados multilaterales ambientales e instituciones intergubernamentales dentro y fuera del Sistema de la ONU y se requiere racionalizar la gestión ambiental internacional. Adicionalmente, los países en desarrollo enfrentan crecientes presiones para incorporar temas ambientales en sus políticas, en sus acuerdos de integración y en las negociaciones comerciales.


En este sentido, el avance más importante en el último decenio es el desarrollo de nuevos principios jurídicos en el ámbito internacional, en especial el Principio 7 de la Declaración de Rio sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, relativo a 'las responsabilidades comunes pero diferenciadas', en donde se reconoce explícitamente la deuda ambiental que los países desarrollados tienen con el resto de la comunidad internacional como consecuencia de los efectos acumulativos de sus procesos de industrialización.


Por lo tanto, recalca la CEPAL, la dimensión ambiental será cada vez más esencial como escenario de negociaciones entre América Latina y el Caribe y los países industrializados. Por la importancia de los servicios ambientales globales que provee, tales como el almacenamiento del dióxido de carbono (principal generador del cambio climático a través del efecto invernadero) en sus extensos bosques, y su enorme riqueza en biodiversidad terrestre y marina, la región tiene el potencial y la oportunidad de cumplir un papel fundamental en la solución de los problemas globales.


Los impactos ambientales que está sufriendo la región a causa de la reestructuración productiva y tecnológica tienen, por lo general, efectos de mediano o largo plazo, con características dinámicas, acumulativas y difíciles de medir. Las nuevas tecnologías, la explotación de nuevos recursos naturales renovables y no renovables, la creación y dispersión de nuevas formas biológicas y la emisión de nuevas substancias al ambiente, generan impactos ambientales importantes.


Además, América Latina y el Caribe es propensa a los fenómenos naturales con potencial destructivo. Los desastres debido a causas climáticas en los últimos cuatro años han demostrado la gran vulnerabilidad de muchos países, dada su insuficiente preparación y limitada capacidad de respuesta. Asimismo, el patrón de desarrollo seguido por la mayoría de las naciones, con altos grados de pobreza, infraestructura inadecuada, exclusión socioeconómica y deterioro del ambiente, es un factor decisivo de esta elevada vulnerabilidad.


También se constata que el desarrollo institucional y la capacidad de gestión ambiental de los países de la región han sido insuficientes para contener los costos ambientales de la expansión económica y concentración urbana experimentados en períodos recientes. Todavía está pendiente el fortalecimiento de la plataforma institucional y capacidad requerida para que las naciones puedan controlar las externalidades negativas que generan estos procesos. Esto queda de manifiesto en el peso relativo que tiene el tema ambiental en el presupuesto de los países, en donde se aprecia claramente la fragilidad y falta de continuidad de la institucionalidad ambiental. En este sentido, en los países de menor tamaño, especialmente en el Caribe, la ayuda externa resulta fundamental.


Para enfrentar los efectos de la globalización en el medioambiente y en el desarrollo sostenible, el documento de la CEPAL propone lo siguiente:


Consolidar los mecanismos nacionales de gestión ambiental y fortalecer la capacidad institucional para enfrentar las tendencias observadas.


Elevar la capacidad de respuesta frente a los desastres naturales.


Desarrollar capacidad institucional y mecanismos para propiciar un manejo sostenible de los recursos naturales y energéticos.


Emprender iniciativas innovadoras (públicas y privadas) para financiar el logro de las metas de desarrollo sostenible.


Consolidar la creación de mercados internacionales para los servicios ambientales globales y crear capacidad regional para participar activamente en ellos.


Aumentar la absorción de tecnologías de producción más limpias a través de los vínculos comerciales y de inversión foránea existentes, e inversión propia en investigación y desarrollo.


Aumentar el compromiso político de todos los actores sociales a nivel nacional, regional, y global con las metas de desarrollo sostenible.




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